Querer a nuestros hijos con sus aciertos y desaciertos, quererlos tal y como son, les permitirá crecer con confianza y sentirse amados. Amarlos sin exigencias, perfección, expectativas, sino más bien con aceptación tiene un gran valor durante la crianza, pues es la base de su estructura emocional posterior y un vínculo de apego seguro en nuestra relación padre-hijo. De ahí la importancia del amor incondicional para nuestros niños, simplemente queriéndolos por lo que son.
Un niño que se siente seguro y cuidado querrá explorar el mundo y relacionarse con los demás sin miedo, porque sabe que existe un lugar seguro al que poder acudir, en el que se le cuida y se le quiere sintiéndose protegido. Esto le dará una buena autoestima y tendrá más posibilidades de establecer relaciones satisfactorias con los demás, opina la psicóloga Ursula Perona, especializada en Psicología infanto-juvenil en el Instituto Superior de Estudios Psicológicos en Barcelona.
Este tipo de amor incondicional que les damos los padres a nuestros hijos les dará estabilidad, sensación de protección y seguridad. Estos ingredientes son necesarios para sentirnos bien tanto con nosotros mismos como con los demás.
Parte de crecer es probar, errar, caer y volver a empezar. Apoyándolos con nuestro amor van asumiendo que las dificultades son parte de la vida. Eso los hará más independientes, seguros y con una buena tolerancia a la frustración.
Señales de que estamos queriéndolos tal y como son:
- Queriéndolos tal y como son y no por lo que queremos que sean creándoles expectativas que no son su realidad. Aceptándolos por lo que son y no por lo que queremos que sean.
- Dedicándoles tiempo de calidad con nuestros hijos es muy importante. A veces, los horarios de trabajo no nos permiten pasar todo el tiempo que quisiéramos. Que te cuenten sobre sus sentimientos, sus pensamientos así estaremos fomentando el vínculo de apego. Otra forma de pasar tiempo con ellos es buscar algo que disfrutemos haciendo juntos como: un deporte, el cine, pintar…
- Despertándoles las ganas de aprender, de descubrir, de investigar o crear el mundo que les rodea junto a ellos les incentivará la curiosidad.
- Motivándoles a jugar es muy importante para su desarrollo. No les abarrotemos sus agendas con actividades para se mantengan ocupados. Permitámosles el aburrimiento, el mejor aliado de la creatividad.
- Enseñándoles a expresar las dudas o miedos, a compartir lo que les gusta o lo que les da temor. Es importante la educación emocional de nuestros hijos. Evitemos ignorar o minimizar los sentimientos de ellos.
- Dialogando con nuestros hijos es la base en la educación familiar. Aprendamos a conversar con ganas de entendernos, a darle valor a nuestras palabras, a escuchar de forma empática, a respetar su forma de pensar o hacer. Tomándolos en serio y escuchándolos con atención.
- Comparándolos con el resto de sus hermanos u otros niños solo puede provocar celos, envidias y baja autoestima. Cada niño merece ser educado de forma personalizada porque es único e irrepetible, dando respuesta a sus necesidades, haciéndolo sentir único y creyendo en él.
- Hablando y actuando con coherencia, el ejemplo es el lenguaje más persuasivo y por eso debemos ser consecuentes entre lo que hacemos y decimos.
- Diciéndoles a nuestros niños lo mucho que les queremos, no solo cuando hacen las cosas bien. Decirles para bajarles tanta presión.» Te quiero porque eres como eres», opina Arno Stern, investigador y pedagogo francés.
Fuentes: El País, La mente es maravillosa, La Casa de Tití.