Quizás en algún momento, nuestro hijo reaccione ante un grito nuestro, pero cuando esto se hace costumbre, seguramente vamos a tener mayores problemas. Gritando no lograremos que nos haga caso. Buen ejemplo, tampoco es. No les estamos enseñando que hablar y dialogar es la mejor vía de resolver conflictos y aclarar malos entendidos. Los gritos y la violencia verbal pueden crear situaciones que se nos escapen de control.
No podemos permitirnos que gritar se nos convierta en un hábito. Nos hace daño a todos, a nosotros los padres y sin duda a nuestros hijos también. Ideal es que logremos que nos hagan caso sin tener que elevar nuestro tono de voz y perder la calma. Muchos factores pueden influir en nuestra reacción, pero no te preocupes, respiremos profundo y juntos podremos resolverlo.
Reglas claras
Es importante que pongamos las cosas claras con nuestros hijos y establezcamos reglas y límites. Pero, por otro lado debemos hacer que nuestros hijos las sigan y las cumplan. Muy probablemente las tengamos que repetir un sin fin de veces, quizás las tengamos que escribir o dibujar para que las recuerden. Ellos deben entender qué se espera de ellos y nosotros debemos ser claros y firmes.
Advertencias
Debemos explicarles las consecuencias negativas si rompen las reglas y si no obedecen. No se trata de amenazarlos para que las cumplan. Les insistimos, se trata de ser firmes y de marcar límites. Si ellos ven que uno como padre cumple con lo que dice, ellos sabrán claramente a qué atenerse. Repasemos las reglas juntos antes de estallar y gritar.
Refuerzo positivo
Si les damos refuerzo positivo, obtendremos mejores resultados. Es decir, reconocer que han hecho algo bien, felicitarlos, decirles lo orgulloso que estamos. No solo debemos pensar en castigos o reclamos si no cumplen con las normas. No podemos dejar que lo negativo pese más que las cosas buenas que hacen. Vamos a demostrarles lo contentos que estamos cuando logramos que reine la armonía.
No se trata de comprarles regalos o un helado como premio. Se acostumbrarán a hacer las cosas por una remuneración y no porque es lo correcto.
Debemos tener en cuenta que muchas veces el mal comportamiento del niño se debe tan solo a que desea llamar nuestra atención. Revisemos bien lo que está pasando.
Por qué gritamos
Muchas veces gritamos a nuestros hijos con frecuencia. Pensemos en el porqué: desahogamos el estrés y las frustraciones sobre nuestros hijos. Podemos enumerar un sin fin de razones para gritar: voy a llegar tarde y no se apuran, los niños no hacen caso, repito las cosas 100 veces, tengo un problema con un compañero de trabajo, el tráfico está muy pesado, perdí el autobús, estamos cansados y preocupados por el trabajo, no llego a fin de mes, llego a casa y no han hecho las tareas… pues estallamos. No tenemos paciencia para mucho más. Gritar se convierte en una forma de descargar y, lamentablemente, en una costumbre.
Es importante que aprendamos estrategias para calmar nuestras emociones y controlar la ira de una manera saludable. Si lo logramos, nos convertiremos en buenos modelos para ellos. Es más provechoso acercarnos a nuestros hijos y hablarles en buen tono.
Tomemos medidas
Si no prestan atención a lo que les estás diciendo o no responden a tu llamada, primero recuérdales lo que sucederá si no lo hacen. Si gritamos, estamos estableciendo una lucha de poder y no vamos a generar nada positivo. Cuanto más les gritamos, más probable será que se vuelvan desafiantes. Sin embargo, darles una advertencia de lo que podría suceder le mostrará que hablamos en serio. Si no reacciona, pues entonces llevaremos a cabo la acción o castigo que les estábamos advirtiendo. Estas acciones deben ser reales y a su justa medida. No lo amenacemos con cosas que no vamos a cumplir. Así perderemos su respeto y no tendrá el efecto positivo que queremos.
Fuente: OK Diario, Team La Casa de Tití